Haciendo un análisis sereno y sincero podríamos decir que muchas veces estamos viviendo con un equilibrio muy en el límite, con relación a nuestra vida espiritual.
Estamos haciendo verdaderos esfuerzos para no romper la barrera que separa una vida como nos manda el Señor a una vida como nos impone el mundo.
Ese malabarismo por ser tan precario corre el peligro permanente de romperse y es necesario que entendamos que no podemos vivir mucho tiempo de esa manera.
Recordamos a los extras de las películas de acción que se juegan la vida para que los méritos se los lleve el actor principal, que logra todos los reconocimientos y la admiración.
¿Por qué vivimos en ese peligroso estado? Cada uno tendrá su respuesta, pero tal vez sea porque en el fondo todavía no hemos abandonado al hombre viejo, al nacer de nuevo tras el Bautismo.
Ese ejercicio puede surgir porque aún quedan cosas en el mundo que nos seducen u otras que no nos parecen del todo mal y por tanto insistimos en aferrarnos a ellas.
Tengamos cuidado con esta forma de vivir. El equilibrio siempre supone una precariedad que nos puede arrastrar no solo a las supuestas delicias del mundo, sino que nos puede apartar del Señor y sus promesas.
Mateo 26:41
Diego Acosta García