Hace un tiempo un evangelista manifestó que había predicado el Evangelio durante más de treinta años y que durante todo ese tiempo no le constaba que una sola persona hubiera aceptado al Señor.
Seguramente desde la perspectiva del mundo este viejo predicador es un prototipo de un hombre fracasado en su labor, porque en más de tres décadas admitió no haber tenido resultados positivos.
Desde la perspectiva “resultadista” de muchos creyentes, también este hombre puede ser un fracasado en el más rotundo sentido de la palabra, según su propia confesión.
Pero es verdaderamente un fracasado? Es verdaderamente un perdedor desde la perspectiva mundana? Desde la perspectiva de los resultados puede ser considerado un fracasado?
Desde esas perspectivas podemos compartir que es un fracasado. Pero si analizamos el caso desde la perspectiva espiritual podemos llegar a otras conclusiones.
En nuestra propia vida el sentido de fracaso solamente puede ser determinado si lo confrontamos con la Palabra de Dios y en ese caso nos quedamos con la conclusión del propio predicador.
El dijo que era verdad que no le constaba que una sola persona se hubiera convertido por sus mensajes, pero también era verdad que durante más de treinta años había cumplido fielmente lo que Dios le había mandado hacer.
Se puede llamar fracasado a alguien que ha obedecido a Dios? Los resultados no pueden sustituir la importancia que tiene la obediencia a Dios!
Sal 103:17-18
Diego Acosta García