ÍDOLOS

Si se nos preguntara la mayoría de nosotros diríamos que no tenemos ídolos, que estamos ajenos a esa práctica que está prohibida expresamente por el Eterno.

Y probablemente tengamos razón en decir que no nos hacemos ídolos, aunque si entramos en los detalles veremos cómo esta percepción de la realidad puede cambiar.

Dios nos demanda que no adoremos a nadie que no sea Él y en ese plano es probable que estemos obrando de acuerdo a su mandato, pero es necesario que penidolatrysemos como son nuestros hechos cotidianos.

La idolatría asume múltiples formas y la más peligrosa de todas es cuando comienza a ocupar un lugar en nuestra forma de obrar y en nuestra forma de comportarnos.

No es necesario que tengamos ídolos físicos en nuestra casa para que seamos idólatras. Basta con lo que pensamos, con lo que deseamos.

Por esta razón no debería sorprendernos si descubrimos que idolatramos un coche, una casa, un reloj o vestidos, un cuerpo, sin contar cargos ni funciones ni la notoriedad o el éxito.

La carencia de representaciones físicas de ídolos no hace menos grave su presencia. Cuidémonos de los ídolos de este tiempo, porque pueden ser iguales que los del pasado. Y las consecuencias serán siempre las mismas.

Salmos 106:36
Diego Acosta García

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