Los éxitos de los que obrando mal crecen casi sin límites, son siempre motivo de dificultades para comprender los planes de Dios.
Recuerdo que un grupo de jóvenes se expresaban amargamente a causa de haber comprobado, como quienes mintiendo y malversando lograban grandes beneficios económicos.
Recuerdo también como fueron los argumentos que el Espíritu Santo me inspiró, para hacerles comprender que cualquier éxito que no provenga del Eterno, es un logro vano y hasta peligroso.
Los jóvenes se quedaron sorprendidos, cuando les pregunté por qué estaban preocupados por la riqueza de algunas personas?
Acaso las riquezas son un fin en sí mismo?
Acaso Jesús vino al mundo para proclamar que debíamos ser ricos?
Por qué entonces nos perturbamos con las riquezas mal habidas, con los logros basados en engaños y mentiras, con el dinero triunfando sobre los principios del Altísimo?
Tal vez, concluimos con los jóvenes, lo único que podemos hacer es clamar por la Justicia del Reino, para que nadie pueda pensar que alguna vez el mal prevalecerá sobre el Bien.
Aunque aparentemente, las circunstancias muestren lo contrario.
Salmo 37:38
ES – Mas los transgresores serán todos a una destruidos;
la posteridad de los impíos será extinguida.
PT – Quanto aos transgressores, serão, à uma, destruídos,
e as relíquias dos ímpios todas perecerão.
Diego Acosta / Neide Ferreira