LA BENDICIÓN

De forma casi natural decimos: que Dios te bendiga… Estas palabras forman parte de una manera de expresarnos y constituyen en la práctica una expresión de deseos.

Estas palabras son además una de las formas de comportarnos que asumimos los creyentes, en nuestro trato con otras personas y también de la forma en que nos dirigimos a ellas.

Pero pensamos realmente lo que estamos diciendo? Responder a esta pregunta exige un ejercicio de gran sinceridad y tal vez nos podríamos sorprender con nuestra reflexión.

Quizás, en la mayoría de los casos nuestra forma de hablar es puramente normal, es decir hemos aprendido a despedirnos de una determinada manera y lo hacemos con espontaneidad.

Pero eso no responde a la pregunta. Es decir: pensamos en lo que estamos diciendo? Y seguramente tendríamos que decir que no…Pero es necesario que reflexionemos sobre esta cuestión.

Cuando expresamos una bendición se desatan en el mundo espiritual, poderosas fuerzas que actúan sobre la persona que la recibe, al margen de nuestra actitud personal.

Por esta razón es necesario que cada vez que le digamos a alguien: Que Dios te bendiga… seamos plenamente conscientes que estamos proclamando sobre su vida la más grandiosa expresión del Poder del Eterno.

La bendición es también un acto de amor hacia el prójimo y mucho más si ese prójimo, no es nuestro amigo sino nuestro enemigo. Hagamos de la bendición un instrumento de amor para derramar gracia sobre los demás.

1 Pedro 3:9
Diego Acosta García

 

 

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