«Siendo hijos de Dios, debemos alejarnos del pecado, amar al próximo y ser fieles a Jesús Cristo»
3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
3:4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
3:5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
3:6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
3:7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
3:11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
3:15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
3:19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
3:20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
3:21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
3:22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.