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Dolorosamente podemos advertir como el espíritu de burla está presente en muchos momentos de la vida cotidiana, enturbiando relaciones y afectando a quienes son sujetos pasivos en estos casos.
Quién se burla generalmente se cree superior y por eso entiende que tiene derecho a comportarse de una manera prepotente, cargada de ironía y malas intenciones.
Es curioso como con cierta facilidad se puede trazar un forma de ser de quienes caen en la burla y también en la de quienes son objeto de estas actitudes.
Unos son los listos y otros los que pasan por ser los tontos del grupo, por ejemplificarlo de alguna manera. Pero la realidad es muy diferente de este planteamiento.
El que se cree listo, el más sabio o directamente el mejor, está cayendo en el grave error de sobredimensionar su propia valía y en subestimar la de los demás.
Por eso se burla!
Pero y si los burlados fueran más sabios que él?
Qué ocurriría si los burlados fueran verdaderamente humildes?
Si fueran más sabios seguramente entenderían las pequeñas motivaciones de un burlador. Y si fueran más humildes, comprenderían que es mejor ser burlado que convertirse en burlador. Porque el valor de la humildad, solo se mide por la dimensión del agravio que es capaz de soportar.
Diego Acosta