LA OTRA HISTORIA
Adjuntamos el enlace para recordar el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía: La Oda a la alegría. https://youtu.be/t4N5-OALObk
21 años antes de estrenar la Novena Sinfonía, Ludwig van Beethoven, recibió el diagnóstico definitivo sobre su pérdida continua de la audición.
Ese diagnóstico lo perturbó profundamente y hay quienes aseguran que estuvo a punto de suicidarse. Pero la sordera no fue un obstáculo para este hombre que llevó a las altas cumbres la producción humana.
Su Novena Sinfonía resultó tan trascendente, que hoy simplemente se la puede llamar la Novena, sin riesgos de ningún tipo de confusión.
La UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad y se cuarto movimiento, conocido como la Oda a la Alegría, es el himno de la Unión Europea.
Pero la Novena tuvo y tiene elementos tan asombrosamente novedosos, que así como sorprendió al público en Viena en 1827, sigue cautivando a quienes la escuchan.
Introdujo elementos inéditos, como le percusión, un coro e incluso a cuatro solistas, que son los que interpretan el poema de su amigo Friedrich Schiller.
La duración de la obra también es otro ítem destacable, junto al hecho de que se asegura que Beethoven fue el último gran compositor clásico y el primero de los románticos.
Un crítico de la época del estreno de la Novena, el profesor de Filosofía Jacobo Zabalo, dejó una frase que es recordada por su precisión y grandeza: La música es matemáticas, es inteligencia. Los músicos del nivel de Beethoven no necesitan oír los sonidos físicamente, los tienen en la cabeza.
Quizás para tener una idea apropiada sobre lo que se menciona en esta frase, baste recordar la anécdota que recuerda que cuando Beethoven terminó de dirigir su obra, recién agradeció los saludos entusiastas hasta el delirio, hasta que uno de los solistas le tocó el brazo.
Entonces Beethoven saludó. Un mensaje memorable: La entereza es superior a cualquier dificultad. Como la sordera para un músico, por ejemplo.
Diego Acosta