LA SEÑAL DEL 11 S

¿Cómo comenzó el Séptimo Milenio? ¿Los acontecimientos extraordinarios que ocurrieron en estos años de la década forman parte del fin del siglo?

Estas inquietantes preguntas pueden llegar a perturbar el espíritu de muchas personas que ven con temor como nos podemos estar aproximando a esos momentos cruciales sobre los que los discípulos preguntaron al Divino Maestro.

Es natural que prestemos atención a sus impresionantes profecías, pero es necesario que también recordemos que nos dice: Mirad que no os turbéis; porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.

Por tanto cuando recordamos el  brutal e inmisericorde atentado de Nueva York debemos reflexionar acerca de su naturaleza, de su inspiración y de su ejecución.

La confianza que los ciudadanos americanos tenían en la libertad fue puesta a prueba porque hubo hombres que traicionaron esa libertad. Porque hubo hombres que inspirados en su espíritu de conquista no vacilaron en matar a inocentes indefensos y libres de cualquier tipo de responsabilidad política o económica. La cuestión era poner en práctica la teología de la muerte.

El 11S fue un duro golpe a la confianza puesta en las instituciones de los hombres, en la libertad garantizada por hombres y en los derechos defendidos  por hombres. Bastó que un grupo de fanáticos asesinos decidieran practicar su doctrina de muerte y destrucción, para que esa confianza se derrumbara como trágicamente lo hicieron las torres gemelas.

Con amor cristiano recordamos a los muertos y a los héroes anónimos que entregaron sus vidas para que los apóstoles de la maldad no se cobraran más vidas.

¿Pero fue lo único que ocurrió en estos primeros años del Séptimo Milenio? No. Nos referimos a la crisis económica que también se inició en Nueva York y que se extendió por todo el mundo, con los efectos devastadores que todavía sufrimos. Y esta crisis también afectó a la confianza que muchos hombres y mujeres tenían depositadas en el centro de la economía mundial.

Afectó a quienes consideraron al dinero como el dios supremo. Estemos atentos a estas señales. Con todo lo tremendas que fueron quizás nos puedan hacer distraer de su verdadero significado. Si no aprendemos a reconocer estas señales, veremos otras y tampoco podremos saber qué es lo que nos están anunciando. Analicemos en qué y en quién tenemos depositada nuestra confianza.

Diego Acosta García

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