Como iluminaría nuestro camino la magnitud de nuestra fe?
Alcanzaría para ver a lo lejos o apenas haría visible nuestros pasos más inmediatos?
Estas preguntas deberían ser las más habituales que nos podamos hacer quienes nos llamamos hijos de Dios. Pero no ocurre así.
La primera vez que escuché este aparente juego de palabras o de imaginación, sonreí pensando con la idea de que se trataba de algo tan sencillo como elemental.
Con el paso del tiempo fui comprendiendo que se trataba de cuestiones fundamentales. No tenían nada de sencillo ni eran pequeños juegos.
El alcance de nuestra fe, siempre será una cuestión en continua revisión. Hoy será mayor, pero mañana puede menguar y pasado mañana ser todavía menor.
Todo depende, según mi propia experiencia de la forma en que se desarrollen los acontecimientos que nos afectan en forma directa.
Si son favorables estaremos pletóricos de fe, pero si lo que deseamos no se concreta, disminuirá continuamente.
Entonces comprenderemos por qué nuestros caminos a veces los vemos oscuros y muy pocas veces muy claros, luminosos.
Las tinieblas que nos impiden ver por donde caminamos son la exacta medida de la fe con la que vivimos. Las tribulaciones muchas veces pueden llegar hasta acabar con la débil llamita que se agita en nuestro interior.
Puedo afirmar que desde hace un tiempo, muy poco lamentablemente, he comenzado a ver más claros mis caminos.
La llama de mi fe está superando las tinieblas que producen los fracasos, las decisiones erradas, las motivaciones equivocadas, los sueños irrealizables.
La confianza en el Señor es el mejor alimento para la llama de nuestra fe!
Isaías 12:2
He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí.
Diego Acosta / Neide Ferreira