La sociedad de la que formamos parte de una manera sobrenatural, vive seducida por sus propios logros, por su propia superación.
Aunque reflexionando en profundidad, los supuestos logros y la supuesta superación, puede ser cuestionada tanto en el sentido moral como en el práctico.
Pero ocurre además, que la sociedad orgullosa y ostentosa, cada tanto manifiesta sus miedos…a sus propios miedos.
Resulta contradictorio que esto sea así, por cuanto se supone que si estamos tan orgullosos de lo que somos y de lo que hemos logrado en lugar de miedo deberíamos tener coraje.
Se nos ocurre que ese miedo al futuro que la sociedad parece tener, es la que impide que todo sentimiento de coraje se manifieste más allá de lo que es puramente formal.
Interpretando que el miedo está relacionado con lo físico, con nuestra propia integridad, con lo que poseemos y con lo que creemos que somos.
Tenemos miedo al futuro se origina porque advertimos que cada día que pasa hay menos certezas de que nuestra propia vida esté resguardada, que lo que tenemos como bienes físicos los podamos perder y que lo que somos vive colgado con alfileres, si se nos permite la torpe figura.
Estos son nuestros miedos!
Y en qué nos diferenciamos los hijos de Dios?
En algo que debemos apreciar con mucho cuidado. El mundo tiene miedo a todo y principalmente al futuro. En cambio nosotros deberíamos tener temblor ante la Majestad del Eterno.
El miedo es una cuestión física, el temor es una cuestión espiritual!
Si lo entendemos así comprenderíamos que cuánto más miedo tenga el mundo, más temblor deberíamos de tener quienes declaramos ser seguidores de Jesús.
La razón? Que los miedos del mundo se verifican en el plano puramente material y el temblor se registra en el nivel superior de la existencia.
Si compartimos los miedos del mundo, significa que estamos alejados del Eterno y por tanto nuestro temblor disminuye.
En estos días tan especiales que vivimos, apartemos un tiempo para analizar estas cuestiones, porque el resultado de nuestros pensamientos, será revelador del estado de nuestra relación con el Supremo.
Solo a Dios nos debemos y solo a Dios obedecemos! Sin miedo y con temblor!
Diego Acosta