MIEDO… AL MIEDO

La sociedad de la que formamos parte de una manera sobrenatural, vive seducida por sus propios logros, por su propia superación.

Aunque reflexionando en profundidad, los supuestos logros y la supuesta superación, puede ser cuestionada tanto en el sentido moral como en el práctico.

Pero ocurre además, que la sociedad orgullosa y ostentosa, cada tanto manifiesta sus miedos…a sus propios miedos.

Resulta contradictorio que esto sea así, por cuanto se supone que si estamos tan orgullosos de lo que somos y de lo que hemos logrado en lugar de miedo deberíamos tener coraje.

Se nos ocurre que ese miedo al futuro que la sociedad parece tener, es la que impide que todo sentimiento de coraje se manifieste más allá de lo que es puramente formal.

Interpretando que el miedo está relacionado con lo físico, con nuestra propia integridad, con lo que poseemos y con lo que creemos que somos.

Tenemos miedo al futuro se origina porque advertimos que cada día que pasa hay menos certezas de que nuestra propia vida esté resguardada, que lo que tenemos como bienes físicos los podamos perder y que lo que somos vive colgado con alfileres, si se nos permite la torpe figura.

Estos son nuestros miedos!

Y en qué nos diferenciamos los hijos de Dios?

En algo que debemos apreciar con mucho cuidado. El mundo tiene miedo a todo y principalmente al futuro. En cambio nosotros deberíamos tener temblor ante la Majestad del Eterno.

El miedo es una cuestión física, el temor es una cuestión espiritual!

Si lo entendemos así comprenderíamos que cuánto más miedo tenga el mundo, más temblor deberíamos de tener quienes declaramos ser seguidores de Jesús.

La razón? Que los miedos del mundo se verifican en el plano puramente material y el temblor se registra en el nivel superior de la existencia.

Si compartimos los miedos del mundo, significa que estamos alejados del Eterno y por tanto nuestro temblor disminuye.

En estos días tan especiales que vivimos, apartemos un tiempo para analizar estas cuestiones, porque el resultado de nuestros pensamientos, será revelador del estado de nuestra relación con el Supremo.

Solo a Dios nos debemos y solo a Dios obedecemos! Sin miedo y con temblor!

Diego Acosta

www.septimomilenio.com 

TOLERAR…

CONGREGACIÓN

SÉPTIMOMILENIO

Podemos tener la absoluta certeza de que estamos viviendo tiempos especialmente singulares. Podríamos decir que muy graves.

Se puede argumentar que a lo largo de la historia, siempre hubo generaciones de hombres que tenían razones para afirmar exactamente lo mismo.

Pero, entendemos que hay una diferencia. Si todo lo relacionado con Israel, es como un símbolo del reloj del tiempo de Dios, entonces comprenderemos que estamos viviendo un tiempo muy especial.

Hay dos hechos que cumplen profecías y por lo tanto, permiten marcar referencias concretas con relación al fin de los tiempos anunciado por Jesús.

Israel ha establecido parte de su territorio con la Guerra del 67 y también en ese mismo conflicto, recuperó luego de más de 1.900 años el control de la Ciudad Santa.

Esto significa que después de la destrucción del Templo en el año 70, Israel volvió a ser una Nación con una capital única e indivisible que es Jerusalén.

A partir de estos conceptos, bien podríamos afirmar que el mundo registra una constante decadencia moral, que se manifiesta ya no solo en la rebeldía a Dios, sino también en un desafío permanente.

En este proceso también son protagonistas los que por comisión o por omisión, manifiestan su tolerancia frente a hechos que son totalmente opuestos a la Majestad del Eterno.

Tolerar parece haberse convertido en uno de los símbolos del modernismo, de lo progresista y también de una forma de expresar el amor hacia el prójimo.

Con estos falsos argumentos se tolera cada vez más, el pecado que es una ofensa al Espíritu, se admiten conductas que Dios prohíbe y se ataca a quienes no transigimos con semejantes comportamientos.

Alemania fue el último país en admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo y su canciller Angela Merkel tuvo que votar en contra para ser fiel a sus convicciones espirituales.

Ella dejó un notable ejemplo de coherencia entre gobernar y la fidelidad hacia su fe cristiana. Todo un símbolo de este tiempo.

No nos confundamos: Dios odia el pecado y ama al pecador. Pero eso no significa la tolerancia hacia cualquier conducta que se oponga a sus mandamientos.

Cada día hay menos margen para definirse!

Estamos con Dios o en contra de ÉL siendo tolerantes!

Diego Acosta

www.septimomilenio.com