En estos tiempos de exitismo rimbombante y hasta torpe por su escasa relevancia, es importante recordar cuáles son los valores auténticos con los que debemos obrar.
Se cuenta que un joven ayudó a una persona que estaba en necesidad y su actitud le valió la burla de quienes lo vieron.
El personaje de la historia quedó confundido pues no esperaba una reacción de esa naturaleza e incluso llegó a pensar si no se había equivocado en su forma de actuar.
La historia nos muestra hechos que son doblemente graves. Uno la burla hacia quien tenía una acción de misericordia hacia otra persona ayudándola en su necesidad.
El otro la duda que se instaló en el corazón de quién inicialmente había obrado con su mejor intención y que luego llegó a dudar de su propia acción.
El espantoso miedo al ridículo es el que nos hace dudar de esta manera, pues si ayudamos al prójimo jamás deberíamos arrepentirnos de lo hecho, a pesar de las burlas inmisericordes.
Jesús no dudó en romper los moldes y compartió su tiempo con quienes verdaderamente lo necesitaban, no con quienes determinaba la sociedad.
Aprendamos esta lección para no volver a dudar de nuestros actos de Misericordia y Amor hacia el prójimo. Lo importante no es el juicio de los hombres, sino el juicio del Señor.
Hechos: 10:2
Diego Acosta García