Pocas cosas hay más peligrosas, arbitrarias e injustas que el preconcepto.
Lamentablemente a pesar de que se opone frontalmente a las enseñanzas de la Palabra de Dios, la practicamos, la practico todos los días.
De esta manera es como nos comportamos frente a los que padecen afecciones de cualquier tipo, a los que la vida ha llevado a vivir en situaciones extremas, a los que son más débiles que nosotros.
Por qué obramos así?
Tal vez porque lo que aprendimos de la Biblia, fue solo lo superficial, nunca llegamos al fondo de las cuestiones y porque nuestra propia fe es más que escasa.
Proclamar ser seguidores de Jesús, no supone otra cosa que más palabras dichas con ligereza, porque no demostramos con nuestros hechos que verdaderamente nos hemos convertido.
Más de una vez sentí una profunda pena por mis actitudes, porque demostraban que los conceptos sobre Jesús que decía haber recibido, eran simplemente una pompa de jabón.
Cada vez que debía demostrar que realmente era hijo de Dios, mis comportamientos eran deplorables, agraviantes a la Grandeza del Padre.
Solamente cuando la vida nos golpea y parece que nadie tendrá misericordia de nosotros, es cuando reaccionamos y nos damos cuenta del mal que causamos con nuestros preconceptos.
Olvidando además, que obrar con preconceptos con alguien, es otra manera de juzgar y por tanto estamos sometidos al mismo Juicio que hemos hecho.
El preconcepto se combate con el Amor del Supremo, con la humildad y mansedumbre de Jesús y con la Guía del Espíritu para hacernos sabios cuando lo debemos ser.
Lucas 6:37
PT – Não julgueis, e não sereis julgados;
não condeneis, e não sereis condenados; soltai, e soltar-vos-ão.
ES – No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Diego Acosta – Neide Ferreira