Cuando recibimos una palabra profética, siempre deberemos de tener en cuenta que toda palabra será confirmada y por tanto debemos esperar hasta que eso ocurra.
La profecía tiene un valor inapreciable porque viene directamente de Dios y por eso es tan importante confirmarla, para no caer ni en el pesimismo ni tampoco en el regocijo anticipado.
En más de una ocasión tuvimos oportunidad de escuchar palabras que se dijeron como proféticas, palabras que finalmente no fueron buenas porque transformaron malamente la vida de la persona.
Es evidente que cuando recibimos una palabra como profecía de otra persona, debemos estar muy seguros que verdaderamente proviene del Señor.
Puede ocurrir que el corazón engañe a través de una palabra que generalmente puede estar envuelta con una gran dosis de sentimentalismo, lo que nos debería hacer reflexionar sobre su validez.
Ni las emociones ni los sentimientos son bases sólidas para la palabra profética y mucho menos, cuando resulta notorio que es el corazón el que está mandando.
No rehuyamos la palabra que se nos entregue como profética, pero seamos sabios en la actitud de ser cautos hasta su confirmación. No nos apenemos ni nos alegremos antes del tiempo perfecto.
Romanos 12:6
Diego Acosta García
Música: Neide Ferreira