Este primer día tiene muchas semejanzas con otros primeros días cuando renovamos las mejores intenciones para vivir de una forma diferente y para hacer cosas también diferentes.
Es un día en el que el ímpetu nos domina y nos creemos capaces de grandes logros, es un día como otros días, abiertos a la esperanza y a la ilusión.
Y está bien que sea así para este primer día del año. La cuestión es: como serán los días siguientes a este? Seguiremos animados o caeremos en la rutina o nos agobiaremos por las circunstancias?
Lo cierto es que siempre es bueno que tengamos esperanza por el futuro, pero no es menos cierto que no nos podemos entregar infantilmente a desear cosas difíciles de concretar.
El mundo vive horas de fantasía, mientras la realidad nos sigue alertando sobre cómo pueden ser los restantes días del nuevo año. Es la evidencia de que hemos fantaseado exageradamente.
Quienes nos llamamos hijos de Dios tenemos la gran responsabilidad de entender que un nuevo año tiene el significado de ser una fecha especial en el calendario.
Pero que por sí mismo no significa más que eso. Solamente nos debe animar el saber que ningún tiempo pasado fue mejor que el futuro que nos espera. Pues lo mejor está por venir.
A pesar de las circunstancias, de las evidencias y también de nuestras perspectivas personales. Dios ha prometido estar con nosotros siempre y cumplirá su palabra en este año y en todos los que nos conceda de vida.
Diego Acosta García