SÉPTIMO MILENIO: EL PODER DEL PERDÓN (2-4)

Por una durísima experiencia personal podemos profundizar en la Gracia del Perdón, porque podrá ser una guía para otras personas que se enfrentan a situaciones similares.
Durante muchos años vivimos angustiados por la relación que se desarrolló con nuestra madre. Fue un largo tiempo que se agravó cuando la familia se amplió y el asunto involucró a esposa e hijos.
No era una situación de violencia ni de malos gestos. Era más bien una situación que se Bl12jn13originaba en su indiferencia, aunque seguramente ella ni lo advirtiera.
Cuando comenzó a llegar la sabiduría que solo los años pueden brindar, advertimos que había algo muy grave que estaba afectando la relación madre-hijo, madre-nuera- madre-nietos.
En esas circunstancias y luego de mucho analizarlo decidimos enviarle una carta a nuestra madre, diciéndole que a pesar de todo lo que había pasado la perdonábamos.
Vivíamos en distintos países y nunca hubo una respuesta de ella. Y tampoco hubo oportunidad de hablar del tema cuando la visitamos donde residía a causa de la enfermedad terminal que padecía mi hermano.
A pesar de todo esto la carta tuvo el efecto de aliviar nuestra tensión hacia ella, que vivía sola tras la muerte de mi padre. Podría decir que aún sin saberlo explícitamente el perdón había sido eficaz.
Algunos años más tarde recibimos la Gracia de conocer al Señor y la perspectiva del perdón cambió rotundamente, pero robusteció el hecho de haber escrito aquella carta.
Ya no se trataba solamente de algo que se había consumado de pensar en la relación causa-efecto, sino que a partir de las enseñanzas de Jesús, todo adquiría otra proyección.
Un tiempo después nuestra madre falleció y también mi hermano, con lo que he quedabo como único ser viviente de una familia que integramos cuatro personas.
Pensé que con la muerte de mi madre el problema de la relación con ella se había acabado definitivamente. Sin embargo todavía falta algo tremendamente importante con relación al perdón.

Deseamos que este mensaje invite a la reflexión porque seguramente nadie está al margen del perdón, ni para darlo ni para recibirlo.

Diego Acosta García

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