Sería una necedad tratar de vivir pensando que todo lo que hacemos, es “gratis total”.
Nadie puede vivir pensando que todos sus hechos no tienen un precio y que ese precio no se pagará nunca.
Si vivimos bajo las normas del mundo, pagaremos el precio de la frivolidad, de la desesperanza, de la falta de rumbo, hasta del propio sentido de la vida.
Si vivimos bajo las normas de Dios, pagaremos el precio de olvidarnos del mundo, de dejar de ser influidos por cosas muy atractivas, pero de ninguna manera importante.
Si vivimos disfrutando del pecado, pagaremos el precio de la condena en el Juicio.
Todas estas reflexiones están dirigidas a halloween y a nuestras responsabilidades. Si “celebramos” este día, estamos en rebelión con las normas que Dios nos impuso para vivir en plenitud.
La cuestión es todavía mucho más grave si involucramos a nuestros hijos, pues estamos colocando sobre ellos una consagración a distinta y opuesta a las bendiciones del Todopoderoso.
Se trata de cuestiones no solo importantes, sino trascendentales para nuestra vida y la vida de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
En realidad se trata de optar entre los atractivos del mundo, disfrazando con frivolidad cuestiones fundamentales y las cosas de Dios.
Este es el precio de halloween.
El precio de jugar con la vida y la muerte!
Diego Acosta