Mientras se suceden las expresiones de solidaridad con Bélgica, las preguntas sobre este nuevo hecho criminal, demandan respuestas.
Tal vez sea necesario actualizar la información sobre el movimiento de personas sospechosas. Como el caso del expatriado desde Turquía que fue liberado en Bélgica a pesar de las advertencias sobre su pertenencia al yihadismo.
O también la cantidad de supuestos extremistas que viven en un barrio de Bruselas, sin que se hayan tomado las medidas concretas para detenerlos.
En este caso específico surge un interrogante: Por qué nadie denunció a los extremistas islámicos? En qué medida los habitantes musulmanes son cómplices por omisión?
No es absolutamente necesario que se determine con rotundidad la pérdida de la doble nacionalidad, para quienes participen en la violencia islámica?
Los tiempos de las definiciones se acortan. Del mismo modo en que resulta legítimo reclamar la condena del islamismo en Europa, a los crímenes musulmanes.
Diego Acosta