SÉPTIMO MILENIO: TIENE LÍMITES LA CRUELDAD HUMANA?

 

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Sin ánimo de escribir un tratado sobre la conducta humana en su capacidad de tener comportamientos de crueldad extrema, deseamos comentar acerca de esta faceta de nuestra personalidad.
Las imágenes que acompañan este mensaje fueron extraídas de un video que está batiendo records de visitas, en los que se pueden ver los últimos tres minutos de vida de un joven.
Sin caer en los detalles morbosos, solamente diremos que el joven había recibido un balazo en la cabeza y se estaba muriendo frente a quién grababa la escena.
La foto que mencionamos muestra un pequeño círculo de personas que están observando la escena de la agonía, que es absolutamente conmocionante.
Tanto es así, que cuando decidimos tapar la imagen para tratar de escuchar los comentarios de las personas que estaban observando, pensamos que recién en ese momento advertimos la crueldad de lo que estábamos viendo.
Las personas comentaban con una calma y una naturalidad terrible, los detalles de cómo había sido baleado el joven que se estaba muriendo, quién era y qué estaba haciendo cuando fue agredido.
Lo más tremendo es la objetividad con la que hablan, sin emociones ni sentimientos y por supuesto, sin el menor gesto de ayudar a quién era más que evidente que lo estaba necesitando.
Podemos atravesar estos límites impunemente? Hasta donde llegan las fronteras de nuestra insensibilidad frente a la tragedia humana, vista a no más de dos metros de distancia?
Tal vez sea el momento en el que debamos reflexionar que este episodio que quizás pueda ser considerado uno más de la crueldad humana, debería convertirse en el último frente al que no reaccionemos.
Sentimos frente a esas imágenes que estábamos siendo cómplices por omisión de un hecho terrible, tal vez por eso escribimos para descargar el peso de nuestra conciencia.
Será otra señal de la proximidad del fin de los tiempos?
Oremos por nosotros mismos, para que Dios nos conceda Sabiduría para entender lo que está pasando y Valentía para no permanecer impávidos.

Diego Acosta

www.septimomilenio.com

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