Los hombres enfrentamos momentos especialmente críticos y peligrosos en dos situaciones antagónicas y que sin embargo nos pueden llevar a las mismas decisiones.
Cuando estamos desolados por una situación que nos ha afectado profundamente, muchas veces podemos caer en el grave error de rebelarnos contra Dios.
Cuando no entendemos ni aceptamos lo ocurrido, cuando no lo concebimos desde nuestra humana perspectiva, podemos caer en la actitud de negar al Supremo y apartarlo de nuestra vida.
Lo opuesto sería cuando estamos en un grado de alegría cercano a la euforia, por un logro conseguido y que nos llevar a sentirnos más que poderosos.
En esas circunstancias también podemos caer en la grave tentación de sentirnos tan grandes, que hasta nos creemos en capacidad de igualarnos con el Eterno.
Tanto en un caso como en el otro, estamos poniendo en riesgo nuestra propia vida, puesto que estamos negando a quién es el Autor de nuestra existencia y también quién nos ha dado la Salvación y la Vida Eterna.
Es bueno reflexionar sobre estas circunstancias, porque nos debe guiar a los mayúsculos ejemplos que nos brinda la Palabra de Dios, con hombres que enfrentados a situaciones parecidas, obraron correctamente.
Uno de ellos es David, quién en los momentos más terribles de su vida o en aquellos otros en los que era riesgoso exaltarse con las conquistas, siempre agradeció a Jehová.
Siempre!
Nunca dudó de poner tanto sus tristezas como sus alegrías, delante del Señor, para agradecerlas, por considerarlas que siempre fueron el producto del Amor superior del Todopoderoso sobre su vida.
Este ejemplo nos debería servir para que en los momentos en que parece que el corazón se nos va a destrozar de dolor, agradezcamos al Señor por ello.
Aunque nuestra mente se resista, aunque nuestra lógica nos induzca a hacer lo contrario, agradezcamos al Poderoso de Israel por ese sufrimiento.
Nunca lo dejemos de hacer!
Del mismo modo que en el momento de la exaltación personal más grande, seamos humildes y coloquemos esas circunstancias delante del Creador, para agradecerlas de la manera más sincera.
Un corazón agradecido, siempre será grato a Dios!
Solamente así recibiremos su maravilloso Consuelo en la tribulación y su Sabiduría en la alegría!
Diego Acosta