El Supremo clama para que su gente lo escuche y por eso les recuerda como fueron sacados de calamidades y fue aliviada la carga sobre sus hombros.
Pero el Eterno no consigue ser escuchado, porque los hombres y mujeres a quienes redimió de Egipto ahora han decidido caminar según sus propios consejos.
Sorprende todavía más cuando el propio Creador asegura que estaba dispuesto a sustentarlos con lo mejor del trigo y saciarlos con la miel de la peña.
Este impresionante momento de la historia de Israel, bien puede parecerse a algún tiempo de nuestra propia vida!
Si pensamos con detenimiento, también advertiremos que en algún momento, decidimos obrar según nuestras opiniones, ignorando aquello que sabíamos que debíamos hacer.
En eso consiste no escuchar la voz del Hacedor!
Nos cegamos con nuestra propia sabiduría, nos encandilamos con nuestros pensamientos y nos enorgullecemos de nuestras capacidades.
Este tiempo tan tremendamente peligroso, es al que nos exponemos a ser verdugos de nosotros mismos, porque nos alejamos de la Protección del Bendito y solo confiamos en la debilidad de nuestras manos para defendernos.
Aún sabiendo que Dios tiene su mirada de Amor sobre nosotros, persistimos en nuestra obstinación y nos negamos a seguir sus caminos.
Entonces utilizamos atajos y sendas erradas, que finalmente nos llevarán a los lugares no deseados, para luego reemprender el verdadero Camino, solo que maltrechos y malheridos por negarnos a escuchar al Todopoderoso.
Salmo 81:8
Oye, pueblo mío, y te amonestaré.
Israel, si me oyeres
Diego Acosta / Neide Ferreira