Sorprende como con el paso de los años, la cuestión del final comienza a tornarse en una realidad, en un pensamiento a veces preocupante, otra angustiante y otro reflexivo.
Me encuentro en este último apartado, esperando que cuando llegue mi final me encuentre con mis cuentas al día con el Creador.
De eso se trata: De cómo esperamos el final!
Y esto está relacionado con la forma en que hemos vivido, a qué cosas le dimos importancia y qué dejamos de lado por ser esclavos de nuestros afanes.
La Palabra de Dios es rotunda en explicarnos como debemos vivir!
Nos revela que es lo superfluo y que es lo importante, lo que verdaderamente tiene valor y aquello que solamente es producto de esa grave, gravísima enfermedad, que padecemos los humanos llamada vanidad.
Lo cierto es que si pensamos con objetividad, advertiremos que al mundo vinimos sin nada. Sin absolutamente nada.
Aunque alguno se engañe y diga que venimos con un pan bajo el brazo…Esta es mera palabrería!
Y así como vinimos sin nada, con nada nos iremos!
No habrá lugar en el momento del final, para nada que no sea nuestra relación con Dios, nuestra confianza en ÉL y nuestra certeza de que nos espera la Vida Eterna.
Todo lo demás, honra o deshonra, riqueza o pobreza, reconocimiento o ignorancia y todo aquello por lo que nos afanamos no cuenta para nada.
Nada tiene valor!
Me coloco delante de Dios y reconozco que lo único perdurable en mi vida, es aquello con lo que lo pude honrar, con la modestia de mis torpes hechos y con la fe que tengo en ÉL.
Sin nada, como vinimos, nos iremos!
Eclesiastés 1:11
No hay memoria de lo que precedió,
ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Diego Acosta / Neide Ferreira