LA PREDICADORA

Recordamos con amor a la señora mayor que un día irrumpió en un vagón de metro, en medio de la actitud displicente y aburrida de la veintena de pasajeros que viajábamos hacia el centro de la ciudad.

Con un gesto sereno y afable comenzó a distribuir un pequeño folleto en el que constaba un breve mensaje sobre Jesús y la Salvación y la dirección de una Iglesia.

La señora trataba de entregar en mano los folletos pero la mayoría de los pasajeros no aceptaron y entonces ella, ponía en el asiento vacío el pequeño folleto.

Cuando terminó de repartir sus mensajes volvió a donde había comenzado para recoger los folletos, que en muchos casos habían sido arrojados al suelo e incluso habían sido hechos un apretado bollo de papel.

Ella sin perder la sonrisa los fue recogiendo buscando la mirada de las personas para devolverles un gesto amistoso, en medio de la indiferencia exagerada de todos.

Todo esto ocurrió en el tiempo en que el convoy llegó a dos o tres estaciones. De todos los pasajeros solamente otra señora y nosotros tuvimos un gesto cordial con ella.

Lo que nunca olvidaremos fue la elocuencia de su silencio, la firmeza de su actitud y la mirada de calidez y amor que dirigió a cada uno de los pasajeros. Ella sin decir una sola palabra nos había dado el mensaje de Jesús.

1 Corintios 1:17
Diego Acosta García

APRENDAMOS A VALORAR

 

Los hechos cotidianos o aquellos otros  que por su importancia quedan registrados en nuestra memoria, siempre tienen la manifestación de Dios y por esa razón debemos considerarlos.

Los hechos cotidianos son todos aquellos que por su presunta pequeña trascendencia, pasan desapercibidos de nuestra atención y no reparamos en su significado.

Los importantes tienen el efecto de dejarnos complacidos o lo todo lo contrario, pero nos detenemos en lo puramente emocional o sentimental.

Es decir, lo cotidiano o lo singularmente valioso nos hacen perder la perspectiva de la presencia de Dios en cada uno de esos hechos y es en eso en lo que debemos pensar.

Tenemos la promesa de que Dios siempre estará a nuestro lado, que no nos abandonará nunca y sabedores de esa promesa, no reparamos que Su presencia es continua en nuestra vida.

Por eso no sabemos valorar los pequeños episodios cotidianos, donde recibimos la Bendición sobre cosas que nos gustan, que precisamos, que nos causan alegría.

Del mismo modo cuando nos ocurren cosas importantes nos dejamos llevar por el impacto que nos causan y no advertimos que también en ellas está la presencia Soberana del Eterno.

Es necesario que comprendamos que Dios está a nuestro lado en cada momento de nuestra vida y que por esa razón debemos agradecerle todo lo que nos ocurre. Aprendamos a valorar su Presencia.

Salmos 16:11

Diego Acosta García

LA BENDICIÓN

De forma casi natural decimos: que Dios te bendiga… Estas palabras forman parte de una manera de expresarnos y constituyen en la práctica una expresión de deseos.

Estas palabras son además una de las formas de comportarnos que asumimos los creyentes, en nuestro trato con otras personas y también de la forma en que nos dirigimos a ellas.

Pero pensamos realmente lo que estamos diciendo? Responder a esta pregunta exige un ejercicio de gran sinceridad y tal vez nos podríamos sorprender con nuestra reflexión.

Quizás, en la mayoría de los casos nuestra forma de hablar es puramente normal, es decir hemos aprendido a despedirnos de una determinada manera y lo hacemos con espontaneidad.

Pero eso no responde a la pregunta. Es decir: pensamos en lo que estamos diciendo? Y seguramente tendríamos que decir que no…Pero es necesario que reflexionemos sobre esta cuestión.

Cuando expresamos una bendición se desatan en el mundo espiritual, poderosas fuerzas que actúan sobre la persona que la recibe, al margen de nuestra actitud personal.

Por esta razón es necesario que cada vez que le digamos a alguien: Que Dios te bendiga… seamos plenamente conscientes que estamos proclamando sobre su vida la más grandiosa expresión del Poder del Eterno.

La bendición es también un acto de amor hacia el prójimo y mucho más si ese prójimo, no es nuestro amigo sino nuestro enemigo. Hagamos de la bendición un instrumento de amor para derramar gracia sobre los demás.

1 Pedro 3:9
Diego Acosta García

 

 

LA SABIDURÍA

Analizando el significado del pecado y de cuáles son los más comunes, advertimos sorprendidos que una de las formas más sorprendentes de pecar es por la sabiduría.

Pecamos cuando confiamos en nuestra propia sabiduría, asumiendo que somos superiores a otras personas y que estamos en condiciones de producir hechos diferentes a los demás.

En otras palabras: la sabiduría personal nos lleva a creernos que estamos por encima del promedio general y que podemos realizar cosas que les están vedadas a otros hombres.

Entonces, es mala la sabiduría? Absolutamente no, pero según como la utilicemos se puede convertir en una forma de pecar delante de las normas de Dios.

Esa forma de pecar se origina en que la sabiduría nos lleva a la soberbia, a la vanidad porque somos conscientes de nuestra capacidad y de nuestra superioridad intelectual.

Ocurre que nos olvidamos de algo fundamental: Quién nos ha dado esa sabiduría? Si pensáramos en esto, no pecaremos de soberbia y en cambio seremos humildes al administrar el talento que nos fue dado.

La sabiduría es una herramienta poderosa que si la aplicamos a las cosas de Dios, puede servir para grandes obras. Pero si la aplicamos a las cosas vanas de los hombres, puede provocar nuestra destrucción.

Job 28:28
Diego Acosta García

AGRADECER

Cuando recibimos noticias que nos agradan generalmente nos olvidamos de reconocer quién es el origen de ese motivo de alegría y nos limitamos a celebrar.

Nos olvidamos que siempre está con nosotros el autor de las buenas nuevas, de aquellas respuestas que se originaron en peticiones que elevamos en forma de oración.

Por eso debemos agradecer a Dios porque su Soberana Voluntad se ha vertido en forma de Gracia sobre nuestras vidas y esas bendiciones nos han alcanzado maravillosamente.

Y por qué nos olvidamos? Tal vez porque así como en los momentos difíciles podemos culpar a Dios por lo que nos ocurre, también en los momentos de alegría nos olvidamos del Eterno.

El motivo de este olvido es porque en los momentos de alegría, nos creemos los suficientemente importantes como para atribuirnos los logros que celebramos.

Nos creemos también merecedores de lo que nos ocurre, al punto de pensar que hemos sido nosotros quienes hemos provocado con nuestro esfuerzo que un día determinado tengamos algo importante por el que alegrarnos.

En la hora de la dificultad o en la hora de la alegría, oremos siempre con agradecimiento a Dios, porque Él está con nosotros siempre, tanto en lo que nos duele como en lo que nos alegra. Él es un Padre amoroso.

Salmos 145:4
Diego Acosta García

LA RESPUESTA

Pocas cosas hay más difíciles para los seres humanos y para los creyentes en particular, que esperar una respuesta a algo que hemos puesto delante de Dios.

La experiencia personal indica que cuando más nos afanemos en imaginar situaciones o buscando soluciones, más nos angustiaremos, corriendo el riesgo de cometer errores si decidimos obrar por nuestra cuenta.

Los grandes hombres de la Biblia, también debieron esperar que Dios les mostrara sus decisiones y en cada una de las situaciones los finales fueron tan distintos como distinta fue la capacidad de esperar.

En los tiempos en que vivimos se ha instalado la cultura del “ahora mismo”, “inmediatamente” o “en este mismo momento”. Todo debe ser rápido porque los hombres tal vez estamos pecando de omnipotentes.

Nos creemos tan superiores que somos incapaces de de tener la paciencia suficiente como para dejar que todos los procesos lleguen a su final, en el momento correcto.

Y en esta carrera desenfrenada por hacer todo rápido y de inmediato, vamos dejando pedazos de nuestras propias vidas, en forma de nervios, tensiones, angustias, que tratamos de resolver poniéndonos una farmacia encima.

Si nuestra decisión fue poner una determinada cuestión para que Dios confirme su Voluntad sobre ella, es porque confiamos que el Eterno cumplirá. Y si confiamos, por qué nos afanamos?

Proverbios 15:23
Diego Acosta García

DE LO QUE TENGO…

Recordamos un Culto donde en el momento de pasar la ofrenda, la mayoría de los asistentes sabíamos que prácticamente nadie tendría para nada para colocar en el alfolí.

Esto creó un clima tan especial, que el ambiente de desánimo se podía palpar. En ese momento el Espíritu nos tocó y cambiamos el mensaje que teníamos para ese día.

Y hablamos de la ofrenda y del significado espiritual que tenía. Aceptamos que la mayoría de los asistentes al culto no teníamos dinero para dar de ofrenda, por las especiales circunstancias del ministerio.

Pero en cambio sí teníamos otras cosas más importantes que el dinero para dar, porque el Señor es el Proveedor y por tanto no precisa de nuestros recursos para hacer su obra.

Precisa en cambio, que en la hora de la ofrenda, demos lo mejor de nosotros: nuestro amor por el prójimo, nuestra misericordia por el necesitado, nuestra solidaridad con el que sufre.

El Espíritu obró poderosamente en el Culto y la sensación de desánimo se transformó en atención y la atención en convicción, para saber que todos teníamos muchas cosas para dar de más valor que unas monedas.

Recordamos cuando Pedro dijo al cojo: no tengo nada, pero de lo que tengo te doy. Esa debe ser nuestra actitud frente a las necesidades del prójimo, dar lo mejor que tenemos, que casi nunca es dinero.

Hechos 3:8

Diego Acosta García

SOMOS HOMBRES…

Hay momentos en los que nos debemos enfrentar a situaciones que nos llevan a tomar posiciones, como si se tratara de resolver con quién compartimos ideas y propósitos y con quién no.

Estas definiciones nos pueden resultar muy difíciles porque no tenemos todos los elementos para analizar y porque nosotros mismos dudamos a la hora de evaluar lo que sabemos.

En estas circunstancias, podríamos preguntarnos: Al fin de cuentas estamos tomando posiciones con relación a cuestiones de hombres y no somos todos falibles?

Por grandes e importantes que hayan sido los logros de algunas personas en el servicio al Señor, siempre serán hombres, nunca superarán el nivel que Dios ha establecido para nosotros.

Por tanto junto con las realizaciones más elogiables, podremos apreciar las otras realidades que caracterizan a los humanos, por lo que debemos ser prudentes en la hora de definirnos.

Ni debemos juzgar ni debemos endiosar a nadie, porque tanto en una como en otra actitud, nos estaremos alejando lo que se nos manda en la Palabra de Dios.

Debemos aceptar que grandes hombres y mujeres de la fe, también cometieron errores como cualquiera de nosotros y por tanto toda la honra le corresponde únicamente al Eterno.

Apocalipsis 4:11

Diego Acosta García

LA GRANDEZA DE JESÚS

En el mundo se habla de las personalidades notables cuando realizan grandes obras o cuando cometen errores, porque su dimensión alcanza a esto que se llama la aldea global.

Pero por qué se repiten las polémicas en torno a Jesús? Vivió, murió y resucitó hace casi dos mil años y su paso por la tierra determinó hasta la vigencia del calendario con el que contamos los días.

Es posible que la cuestión sobre su celibato pueda perturbar a algún creyente que no entienda bien que es lo que pasa con el Salvador y si tiene fundamento lo que se dice de Él.

Nuestra certeza sobre Jesús se basa totalmente en la Palabra de Dios, donde se nos revela quién era, que hizo y el legado memorable que dejó a la humanidad.

En nuestra propósito de llegar a ser sus discípulos no podemos dudar acerca del autor de nuestra fe, simplemente porque alguien utilice determinados argumentos.

Nuestra fe en Jesús es inconmovible, porque si no creyéramos en Él como dijo Pablo en vano creeríamos y todos los fundamentos espirituales en los que nos apoyamos carecerían de valor.

Jesús es el Camino hacia nuestra Vida Eterna y su Reino glorioso llegará en el cumplimiento de lo profetizado en la Biblia. No dejemos que los dichos del mundo afecten nuestra fe.

Juan 8:18
Diego Acosta García

QUÉ DESEAMOS SER?

Los hombres estamos llenos de contradicciones, algunas de ellas tan importantes como sorprendentes y debemos tratar de definir qué es lo bueno y que es lo malo.

Jesús nos enseñó a ser mansos y humildes, porque Él lo era y lo demostró a lo largo de toda su vida terrenal y también nos dijo que no podíamos amar las riquezas.

Sin embargo cuántos de nosotros buscamos afanosamente la notoriedad, porque junto con el éxito vienen las recompensas materiales y luego las riquezas.

Incluso se nos exhorta a que demos mucho dinero para que luego le podamos pedir a Dios cantidades mayores que las que dimos. Que tiene esto de bíblico?

Todas estas cuestiones parecen que están relacionadas con el propósito que Dios nos ha dado. Pareciera que hacemos a menos lo que el Eterno nos ha concedido.

Pareciera en cambio que nos gustaría ser otra cosa: hombres y mujeres poderosos, con éxito, para ser notorios y diferenciarnos en la sociedad y teniendo mucho dinero, muchísimo dinero.

Si es esto lo que ambicionamos y despreciamos el propósito de Dios, pensemos que nos estamos alejando del Camino y que muy pronto podríamos llegar a un punto desde donde no podamos volver.

Romanos 8:28
Diego Acosta García