LA CALLE

DEVOCIONAL

Una calle puede ser agradable o triste, según con los ojos con que se la mire. Puede ser también alegre o siniestra, según el estado de ánimo de quién la observe.

Hace unos días caminando en una gran ciudad, pude ver cuántas iban y venían, formando parte de esa especie de jungla, donde solo están seguros los más fuertes.

En esos momentos el Espíritu me advirtió sobre mi actitud, de ser solamente espectador, de ser solamente alguien que mira con una cierta preocupación.

No tengo el Mandato de llevar la Palabra de Salvación?

Y teniéndolo, por qué no lo llevo a esas personas que tanto me conmovieron?

Creo que estoy tan ocupado en mis hechos cotidianos, que no encuentro el tiempo necesario como para llevar a esos hombres y mujeres, la misma Palabra que cambió mi vida.

Que hubiera pasado conmigo, si la persona que me habló de Jesús, hubiera estado tan ocupada como yo lo estoy ahora?

Lucas 3:6
ES – Y verá toda carne
la salvación de Dios.

PT –  E toda carne verá
a salvação de Deus.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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ANÓNIMOS…

DEVOCIONAL

Miraba con alegría las fotografías de los amados anónimos misioneros que silenciosamente ayudan al prójimo, no pude menos que pensar  en esas silenciosas manos extendidas, que contrastan  con las mías llenas de palabras y de pocas obras que demuestren mi fe.

Esta reflexión me la hago, pensando en todo lo que podría haber hecho y sin embargo dejé de hacer, un poco por cobardía, otro poco por no saber como…

Pero en cualquier caso el resultado fue el mismo: Muchas palabras y pocos hechos, porque allí cuando la angustia es grande y la necesidad es mayor todavía, no cabe sino obrar.

Me sorprende como a pesar de estas evidencias, somos tantos los que hablamos e incluso que nos permitimos hablar en nombre de los propios misioneros.

Acaso ellos precisan de nuestras palabras?

Acaso ellos las esperan?

Anónimos como son, sin embargo ellos tienen una recompensa que los habladores nunca tendremos: El reconocimiento de Jesús!

Él sabe todos sus nombres. Ninguno es anónimo y si no fuera por su Misericordia, bien podría olvidarse del mío y del de todos los habladores.

Mateo 10:7
Y yendo, predicad, diciendo:
El reino de los cielos se ha acercado.

Mateus 10:7
E, indo, pregai, dizendo:
é chegado o Reino dos céus.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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DES-HONRA

CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO

La defensa del buen nombre y honor figura como una de las clásicas actitudes, que fueron determinantes de muertes, propias y ajenas, para exaltar algo que se considera de extrema importancia.

Cada persona sabe en qué consisten sus dignidades, sintetizadas en el valor del nombre y en la distinción de utilizarlo en medio de una sociedad que puede asistir atónita ante semejantes posturas.

A lo largo de la historia podemos apreciar ejemplos extremos de esta cuestión, que incluso en nuestros días se sigue manteniendo, con una vigencia que supera la lógica más elemental.

Pareciera que el valor de la egolatría, se torna más relevante porque se asume que el buen nombre y honor, es algo que todos conocen y por ello es tan necesario defender.

Por esto se mata y se muere.

Se mata para restaurar lo afectado y se muere por defenderlo.

En los dos casos se pone en riesgo la propia vida y la de quienes han cometido el grave pecado de haber injuriado a personas dignas de todo lo digno, según su propia consideración.

Queda claro entonces, que quién defiende el nombre y el honor como bien supremo, no reconoce otro valor que el que él mismo se concede y que es muy elevado, siempre.

Este planteamiento lo podemos enfrentar con otro. Con el de Jesús!

El más grande de todos los hombres que pisaron la tierra que habitamos y que vino a traer el mensaje del Amor y también el de la defensa de la Justicia, sin venganzas pero con mansedumbre y humildad.

Jesús no se defendió nunca de los agravios recibidos y escuchó en silencio todo lo que se decía de ÉL y no respondió tampoco a cualquier pregunta cuya respuesta hubiera significado algún tipo de defensa.

Y con su ejemplo nos enseñó que como hombres no tenemos ninguna honra ni dignidad ante la Majestad del Padre. Por tanto qué valor puede tener lo que nos preocupamos por poseer?

La única honra verdadera la concede por Gracia el Eterno, a aquellos que son humildes y tienen la capacidad de humillarse, en lugar de levantarse airados y ofendidos.

Vivamos para recibir la honra verdadera y no la de los hombres. Tan perecedera y carente de valor, como somos todos ante Dios.

Diego Acosta

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MIEDO-NECESIDAD

CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO

Uno de los diarios de mayor difusión en el mundo publicó como titular y en grandes caracteres esta frase: MIEDO A LA NECESIDAD.

Este mensaje fue doblemente sorprendente, porque el diario tiene por especialidad destacar hechos impactantes y en ese contexto, plantear este tema tan especial resultó poderosamente llamativo.

El titular refleja una cuestión que está latente en la sociedad del país donde se publica, pero que también puede ser extensivo a otros muchos países.

De allí lo significativo de los grandes caracteres que sintetizan en una frase, algo que parece ser cada vez más evidente: el miedo a cubrir las propias necesidades.

Las más elementales, como el techo, la comida, la vida cotidiana, sin entrar a valorar otras cuestiones como el ocio y la diversión o las necesarias vacaciones.

Podríamos preguntarnos qué está pasando?

Podemos responder en base a la creciente preocupación que existe en vastas franjas de hombres y mujeres, por vivir o tal vez de sobre vivir, mañana y pasado mañana…

Nos viene el pensamiento relacionado con la Palabra de Dios, cuando habla sobre en quién tenemos depositada nuestra confianza. Si la tenemos en nuestras propias fuerzas, en nuestras posibilidades es natural y hasta legítimo tener miedo por la necesidad.

Sería una auténtica necedad no preocuparse por el futuro, viviendo de nuestro esfuerzo y depositando toda nuestra confianza, en esa capacidad natural para enfrentar los problemas.

Sin embargo, hay otra perspectiva para enfocar esta cuestión.

Y cuál es esa perspectiva?
La de creer en la existencia de Dios y en entender que nada podemos hacer los hombres, frente a la magnitud de los problemas que tenemos que enfrentar.

Cada día más, se torna más difícil, lo que ayer era un poco más fácil!

Confiando en el Eterno, no dejaremos de tener problemas ni dificultades, pero sí tendremos la esperanza de contar con su Gracia, para ayudarnos en los momentos difíciles.

Por eso Jesús entregó su vida, para salvarnos de nuestros pecados y también para mostrarnos un nuevo camino. ÉL es nuestro Pastor y nada nos faltará!

Diego Acosta

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