CORREGIR SABIAMENTE

EL ABUELO SALOMÓN

Recuerdo con insistencia el día en que una mujer tuvo un gesto airado con un señor, que había amonestado a su hijo. Le recriminó que no tenía autoridad para hacerlo.

Él le respondió que sí la tenía y que se la había dado ella misma, cuando no educó a su hijo de la manera adecuada y el niño era capaz de faltarle el respeto a los mayores.

Fue un momento muy duro y aleccionador, porque siendo un joven padre, comprendí la necesidad de educar con firmeza a mi primera hija, por entonces.

Pensando en el incidente, llego a la conclusión que muchas veces no somos severos con nuestros hijos en el momento necesario. Dejamos pasar situaciones que merecen una reacción inmediata.

Si fuera tardía probablemente el niño no la entendería, pero si la corrección se produce cuando se ha producido una falta, entonces sí es eficaz. Y lo haremos con amor y no con dureza como ocurrió en la historia que comenté.

Diego Acosta