CORREGIR SABIAMENTE

EL ABUELO SALOMÓN

Recuerdo con insistencia el día en que una mujer tuvo un gesto airado con un señor, que había amonestado a su hijo. Le recriminó que no tenía autoridad para hacerlo.

Él le respondió que sí la tenía y que se la había dado ella misma, cuando no educó a su hijo de la manera adecuada y el niño era capaz de faltarle el respeto a los mayores.

Fue un momento muy duro y aleccionador, porque siendo un joven padre, comprendí la necesidad de educar con firmeza a mi primera hija, por entonces.

Pensando en el incidente, llego a la conclusión que muchas veces no somos severos con nuestros hijos en el momento necesario. Dejamos pasar situaciones que merecen una reacción inmediata.

Si fuera tardía probablemente el niño no la entendería, pero si la corrección se produce cuando se ha producido una falta, entonces sí es eficaz. Y lo haremos con amor y no con dureza como ocurrió en la historia que comenté.

Diego Acosta

LA DISCIPLINA

EL ABUELO SALOMÓN

Los hijos siempre se quejan y a veces amargamente, cuando sus padres los reprenden. Seguramente no saben, que esa es una de las mejores demostraciones de amor que puedan recibir.

Los humanos concebimos el amor de los padres, con gestos de cariño, con regalos, con actitudes obsequiosas. Pero nos equivocamos totalmente pensando así.

Yo he reprendido a mis hijos porque los amo!

Si no fuera así, simplemente me hubiera desentendido de cualquier situación en las que debería haber actuado, para hacerles comprender sus errores.

El padre y la madre, son los que más sufren cuando deben disciplinar a sus hijos, porque por naturaleza, no deberíamos hacerlo. De allí la importancia que tiene la firmeza.

No me arrepiento de la disciplina que apliqué a mis hijos y espero qué en su madurez, siendo ellos son padres, tengan la misma visión de lo que significa el amor hacia ellos.

El padre que reprende con amor, evita que sus hijos sean corregidos con rigor, por cualquier persona del mundo.

Diego Acosta