En una campaña evangelística se decidió invitar a una de las hermanas más entusiastas en la vida de la Iglesia.
Grande fue su sorpresa cuando tuvo que dar el mensaje. Entonces preguntó: Y ahora que digo?
Alguien le sugirió: Si confiamos que el Espíritu nos guía, deja que Él te dará la palabra para este momento. Grande fue nuestra sorpresa cuando de pronto se puso a llorar provocando un gran silencio.
Ella dijo entrecortadamente: No lloro de pena, lloro de alegría!
Y siguió llorando. Cuando retomó la palabra explicó: Hace un par de años yo estaba en esta misma esquina del parque. Esta totalmente perdida con la droga y solo me preocupaba como haría para conseguir más.
Ya no me importaba mi cuerpo ni lo que se hiciera con él. Solamente buscaba la droga. Y entonces vinieron unos jóvenes a hacer una reunión como esta. Y uno de ellos dijo lo mismo que estoy diciendo ahora.
Él explicó que estaba perdido, desorientado y que solo quería droga y ahora estaba totalmente restaurado, había conocido a Jesús y estaba muy próximo a casarse.
Yo lo escuché y supe que hablaba conmigo y comprendí que había una esperanza para mí. Y aquí estoy, rehabilitada, sirviendo a Jesús y también siendo honrada con mi próximo casamiento.
El poder del testimonio. Ese día muchos se salvaron!
Proverbios 13:12
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira