Una de las cosas más importantes que he aprendido con relación a la vida de cristiano, es recordar a cada momento que con la misma vara que juzgo…seré juzgado.
Con la misma: Ni más larga ni más corta!
Y esta certeza, lleva a la reflexión de por qué somos tan osados al juzgar a los demás?
Acaso no sabemos que seremos juzgados con el mismo rigor?
Incluso profundizando en el tema podría decir que también es necesario reparar en el hecho de la forma en que juzgamos.
Como buenos hombres que somos, la mayoría de las veces hablamos de los demás, según el grado de simpatía que nos despierten y lo contrario.
Esta falta de equilibrio revela también otro grave error que cometo cuando pienso en las obras de quienes me rodean.
Soy especialmente riguroso también, con quienes presuntamente pueden ocupar mi lugar!
Otra grave necedad, porque soy perfectamente consciente que nadie puede ocupar el lugar de nadie, por la sencilla razón que somos todos diferentes y por tanto incomparables.
Hace muy poco iba a liberar los pensamientos que me guardaba, pero el Espíritu me contuvo en el momento perfecto.
No abrí mi boca y quedé a salvo de cometer dos graves errores. Uno, era el de juzgar. El otro, de hacerlo sobre bases que no solamente eran equivocadas, sino que estaban inspiradas por afirmaciones tendenciosas.
Me acordé en ese momento de la vara con la que seremos juzgados!
Y trato de no olvidarme, en cualquier situación y en cualquier lugar, de no liberar aquella cosa maligna que guardamos en el corazón y que es con la que contaminamos!
Salmo 125:3
Diego Acosta / Neide Ferreira