Siempre hemos conocido que los efectos de la oración son tremendos en el mundo espiritual. Esto lo sabemos porque es una de las primeras enseñanzas que recibimos luego de convertirnos.

Lo serio es que sabiendo esto, también la mayoría de las veces lo ignoramos y no somos capaces de poner en práctica una cuestión poderosa para nuestras vidas y las vidas de los demás.

Jesús nos enseñó a amar al prójimo y precisamente una de las maneras de amar al prójimo es orar por él, interceder por él, en todas las circunstancias y en todos los momentos.

Y por qué no oramos, por qué no intercedemos? La respuesta más probable es porque estamos muy ocupados con nosotros mismos y por tanto dejamos de ver las necesidades de los demás.

Esta es una de las situaciones a las que nos arrastra el mundo en el que vivimos, donde el individualismo más cruel y despiadado domina todas las situaciones.

En ese clima resulta muy difícil que nos ocupemos de los demás si apenas tenemos tiempo para solucionar nuestros propios problemas, ignorando que todo está bajo control del Eterno.

Debemos superar ese clima y comenzar a orar por los demás, a interceder por los demás, porque el día que lo hagamos también comenzaremos a vivir un cambio en nuestra propia vida espiritual. Simplemente porque nos acercamos al Señor.

1 Crónicas 17:25
Diego Acosta García

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