EL PASADO


Declaramos con llamativa facilidad que no estamos pendientes del pasado, pero sin embargo, nos aferramos a objetos o cosas que lo simbolizan, negando con nuestros hechos nuestras palabras.

Muchos de nosotros pensamos que en el pasado vivimos mejor, que los tiempos anteriores fueron más agradables que los presentes, tal y como hizo el pueblo de Israel en el desierto luego de haber sido liberados de Egipto.

Este mirar para el pasado tiene también la complicación, que distorsiona el presente porque no nos atrevemos a valorarlo con realismo y nuestras emociones terminan prevaleciendo.

Por qué miramos hacia el pasado? Esta sería la pregunta básica sobre este tema. La respuesta sería que hay algo en el presente que nos disgusta o que no es como lo habíamos imaginado.

El día a día, lo que podríamos llamar la lucha cotidiana tiene el problema que pone a prueba nuestra capacidad de convertir en realidad lo que declaramos.

Si decimos que somos creyentes y que somos hijos de Dios, por qué no obramos en consecuencia? Que está impidiendo que obremos como se espera que debamos obrar?

No miremos el pasado, porque al tener la mirada puesta hacia atrás, no podemos ver las cosas mejores que Dios tiene para nosotros. El pasado debe ocupar el lugar de la experiencia. El futuro el de la esperanza!

Eclesiastés 7:10

www.septimomilenio.com
Diego Acosta García

Deja una respuesta