IDOLITOS

Si somos sinceros,  en la intimidad podremos reconocer que tenemos nuestros pequeños idolitos, no grandes ídolos, pero sí de esos pequeños que parecen no hacer mal a nadie.

Es evidente que se trata de una forma de calmar nuestra conciencia, porque la diferencia entre un idolito y un ídolo, es la misma que puede haber entre un pequeño robo y un robo.

Es decir: Si robamos poco hablaríamos de un robito y lo diferenciaríamos de un robo de otra magnitud. Pero nos omitimos lo fundamental, que un robo es un robo siempre, sin importar su cuantía.

Lo mismo ocurre con esos pequeños ídolos que vamos sumando en nuestra vida, pequeños objetos o personas que influyen desmedidamente en nuestros hábitos, en nuestros gustos y aún en nuestras decisiones.

Con nuestra capacidad para justificar prácticamente todo y de esta manera justificarnos, podemos argumentar que esos idolitos no tienen ninguna importancia.

Se trataría de simples atracciones que de ninguna manera ocupan un lugar trascendente, sino que son como un juego que tenemos por delante y que lo practicamos con una cierta inocencia.

Pero debemos estar alertas, porque un idolito es lo mismo que un ídolo, algo que ofende a nuestro Dios y constituye un desafío a su propia grandeza y un peligro máximo para nuestra vida espiritual.

2 Corintios 6:16
Diego Acosta García

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