ISRAEL: EL RELOJ DE DIOS (1)

La recuperación de un osario robado por ladrones especialistas en objetos antiguos y devuelto a las Autoridades de Antigüedades de Israel, permitió la lectura de una inscripción que reveló la gran importancia de la pieza recuperada.

El texto en el osario dice: Miriam hija de Yeshua hijo de Caiaphus sacerdotes de Maazías de Beit Imri. De esta manera queda identificada  la familia del sumo sacerdote Caifás, que fuera protagonista de los trascendentales momentos en los que Jesucristo fue condenado a muerte.

Este descubrimiento identifica además el lugar geográfico de donde proviene la familia de Caifás, que es la población de Beit Imri ubicada en las laderas del Monte Hebrón.

La precisión de todos los detalles relacionados con el sumo sacerdote que impulsó el proceso que llevó a la muerte a nuestro Salvador, nos debe llevar a pensar que estamos recibiendo una nueva señal de advertencia relacionada con los tiempos que vivimos.

Se podrá argumentar que desde hace dos mil años se vienen descubriendo elementos que pueden ser identificados gracias a las aportaciones registradas en la Palabra de Dios. Y que muchas generaciones creyeron estar viviendo los tiempos trascendentales profetizados por el Divino Maestro.

Sin embargo debemos advertir que las circunstancias actuales son completamente diferentes a todas las anteriores. Recordemos que tras la muerte de Herodes Agripa en el año 44 dC  terminó en la práctica el último período de un gobierno judío estable en Jerusalén.

Desde entonces pasaran casi 1.900 años hasta que nuevamente los hebreos se dieran un gobierno estable, con la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1.948. Y la Ciudad Santa está unificada bajo el mandato del pueblo elegido por Dios.

¿Qué significa esta fecha para la consideración de Israel como el Reloj de Dios? Nada más ni nada menos que hemos iniciado un tiempo absolutamente nuevo y que probablemente coincida con las señales del fin  anunciadas por el Señor Jesús en el Evangelio de Mateo y en el de Lucas.

Por tanto este es el tiempo de la reflexión serena y profunda para analizar cómo es nuestra relación con Dios y como nos preparamos para los acontecimientos futuros. Este también es el tiempo para recordar más que nunca que debemos cumplir con el ineludible e impostergable mandamiento de la Gran Comisión.

Diego Acosta García

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