LA RESPUESTA

Cuando esperamos que alguien nos responda sobre algún tema importante nos invaden sensaciones muy diversas, que dependen de lo que nos imaginemos en cada momento.

Pasaremos de la tensión y la angustia a la tranquilidad y la euforia, mientras se cumple el tiempo fijado para que recibamos la contestación que estamos esperando.

Todo esto cambia radicalmente cuando esperamos una respuesta de Dios, porque los tiempos ya no los podemos determinar y porque sabemos que Sutiempo es diferente de los nuestros.

Pero de algo podemos estar muy seguros. La respuesta de Dios siempre llega en el momento preciso, ni antes ni después de que precipitemos en tomar decisiones o que prolonguemos situaciones inútilmente.

La respuesta de Dios es siempre concreta y nunca dubitativa, por eso debemos estar atentos para saber de qué manera Él nos contestará para no afectar nuestra fe y nuestras actitudes.

En esto radica la confianza que debemos de tener cuando nos enfrentamos con situaciones verdaderamente importantes. Muchas veces esas expectativas no están relacionadas con cuestiones materiales, pero sí con decisiones espirituales profundas.

Confiemos en la Misericordia de Dios. No nos arrebatemos con decisiones que pueden resultar equivocadas. Esperemos confiadamente que Él no se olvida de nosotros por la maravillosa razón de que nos Ama.

Salmos 41:1

Diego Acosta García

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