DEVOCIONAL
Cuando era un muchacho durante un verano estuvimos en la serranía cercana a la ciudad donde nací. El lugar era tranquilo e invitaba al descanso, lejos del trajín diario.
Recuerdo que los lugareños muy pronto hablaron del motivo de orgullo de la zona: Un manantial que nunca se había secado, según los memoriosos de las familias más antiguas.
Esta afirmación me impresionó, al pensar que ni en invierno ni en verano, ese fluir manso había permanecido dando vida a las personas y a los animales.
Mucho tiempo después un maestro nos dijo que la Biblia llevaba generaciones y generaciones, cientos y cientos de años, fluyendo como un manantial inagotable de sabiduría.
La Sabiduría no es como el agua, pero si puede ser más importante que el líquido, porque alimenta el espíritu y sacia la sed más difícil de quitar.
En mi recuerdo del manantial de mi mocedad, se renueva el asombro al ver como cada día la Palabra de Dios, fluye, para servir a quién la quiera buscar.
Isaías 49:10
ES – No tendrán hambre ni sed,
ni el calor ni el sol los afligirá;
porque el que tiene de ellos misericordia los guiará,
y los conducirá a manantiales de aguas.
PT – Nunca terão fome nem sede,
nem a calma nem o sol os afligirão,
porque o que se compadece deles os guiará e os levará mansamente
aos mananciais das águas.
Diego Acosta / Neide Ferreira