EL ABUELO SALOMÓN
Quizás nos podamos sorprender cuando nos llamamos a nosotros mismos: desechadores.
Desechadores, de qué?
Pues desechadores de todo, principalmente de lo que nos dicen nuestros padres o nuestros verdaderos amigos, cuando nos hacen reflexiones sobre algunas de nuestras decisiones.
Esto ocurre, porque nos consideramos más sabios que los sabios y por tanto no precisamos que nadie nos diga nada y mucho menos si se trata de cuestionar o modificar alguna idea que consideramos como la verdad absoluta.
Lo triste es que cuando nos damos cuenta de qué aquellos consejos o sugerencias estaban acertados y los nuestros muy equivocados, ya es tarde porque estaremos ante situaciones irreparables.
Ser sabio es una virtud que nuestra soberbia nos impide que tengamos, porque entender que el patrimonio de la sabiduría no lo tiene nadie, es el comienzo de una nueva forma de vivir. Mejor, claro está.
Diego Acosta