Si deseamos que un determinado lugar recupere el saludable y sano aspecto de limpieza, una de las cosas que hacemos es abrir las ventanas.
Esto permite que una suave brisa recorra el ambiente y todo se transforme. Lo que antes parecía un mundo cerrado y por momentos impenetrable, se convierte en un lugar agradable.
Resulta más fácil respirar y la luz invade por completo aquello que estaba en una cierta penumbra, en una cierta oscuridad.
Esta situación es la misma que se repite cuando volvemos nuestra mirada y atención hacia Jesús. Todo se renueva y el aire limpio llena nuestra vida.
La similitud con un ambiente cerrado es también válido para nuestro corazón, que estaba anhelante de que un soplo renovara su estado.
Donde antes había zonas oscuras, ahora hay plena claridad, porque ÉL es la Luz. Y la suave brisa que nos invade no es otra cosa que el impulso del Espíritu en nuestro interior.
Recobremos la plenitud de vivir con la Majestad del Hijo del Hombre y dejemos que Espíritu renueve como una nuestro interior.
Ezequiel 37:9
ES – Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.
PT – E ele me disse: Profetiza ao espírito, profetiza, ó filho do homem, e dize ao espírito: Assim diz o Senhor Jeová: Vem dos quatro ventos, ó espírito, e assopra sobre estes mortos, para que vivam.
Diego Acosta / Neide Ferreira