LA BIBLIA ENSEÑA
EL JUICIO DE JEHOVÁ A LA MALDAD DE LOS HOMBRES
Génesis 6:1
Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,
Las edades longevas que alcanzaban los hombres, originó que la Tierra se poblara de una manera significativa. La indicación de que les nacieran hijas mujeres está estrechamente relacionada con la maldad que se apoderaría de la sociedad de aquellos tiempos.
Génesis 6:2
Que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
Existe una controversia relacionada con quienes eran los llamados hijos de Dios.
Hay quienes sostienen que eran ángeles con cuerpos humanos, Job 1:6, 2:1, 38:7. Estos seres habrían tomado a las mujeres que pertenecían a la raza humana. Esto determinó una abierta violación de lo dispuesto por Dios para la concepción de la vida en el seno del matrimonio, Génesis 2:24, 2 de Pedro 2:4, 6; Judas 6.
Mateo también se refiere a la posibilidad de que los ángeles fueran capaces de procrear a partir de que tenían cuerpos masculinos, 22:30.
La versión que se contrapone a lo expuesto, indica que los hijos de Dios eran los descendientes de Set, el tercer hijo de Adán y Eva nacido tras el asesinato de Abel por parte de su hermano Caín.
Precisamente, los descendientes de Set se habrían unido con los de Caín, Génesis 4:18.
Algunos estudiosos aluden a los hijos de Dios, como a los hombres piadosos, en contraste con las hijas de los hombres, que eran mujeres paganas ligadas a la descendencia impía de Caín.
Se expone también como posibilidad que esas mujeres que eran agradables a los ojos de los varones, formaban parte de los harenes que habrían comenzado a formar los descendientes de Lamec, cuyo estilo de vida corrupto lo llevó a oponerse a lo establecido por el Eterno.
Todas estas posibilidades lo único que revelan es que la maldad se había adueñado del corazón de los hombres que vivían en los tiempos de Noé, descendiente de Lamec.
Esta era la situación de la Tierra que precedió al Juicio del Soberano, que pone de manifiesto que habrá perdón para los pecadores, pero nunca habrá aceptación del pecado.
Una reflexión que debemos de considerar en cada momento de nuestra vida.
Diego Acosta