Recordamos un caso que puede ser conocido, porque las experiencias se repiten una y otra vez, por lo que lo importante es sacar conclusiones provechosas.
En una congregación un creyente se presentó ante el liderazgo para plantear su situación, ya que se consideraba postergado, desplazado.
La pregunta fue más que obvia: Por qué? El hermano explicó que llevaba varios años en la congregación y que otras personas que se habían incorporado después que él tenían más responsabilidades.
Esta es una situación repetida pero siempre es poco grata. El liderazgo le explicó que efectivamente era como decía, en lo relacionado con las personas que habían llegado después que él.
Con gran cuidado también le hicieron notar que cuando el logró un determinado nivel de participación en la congregación, a partir de ese momento fue como si se hubiera estancado.
El hermano reflexionó y luego pidió perdón porque entendía que efectivamente así había sido. Se había contentado con lo que había logrado y desde ese momento dejó de crecer.
Pero la historia tiene un capítulo más. El pastor dijo públicamente que él también tenía que pedir perdón con relación al caso del hermano, porque había advertido lo que estaba ocurriendo y decidió callarse.
Cuando ocurren estas cosas queda algo en evidencia: Con qué frecuencia nos olvidamos que la Obra es del Señor y que seguirá adelante con nosotros o sin nosotros. No nos conformemos!
Romanos 12:1-2
Diego Acosta García
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