CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

marcio-valadao

UNA NACIÓN BAJO JUICIO…

Estamos viviendo claramente un tiempo de juicio en Brasil. El pinchazo de nuestra economía, la creciente violencia, las catástrofes naturales sin precedentes, las plagas manifestadas por epidemias y enfermedades que todavía ni se conocían y tantas otras realidades que hoy afectan trágicamente la vida de los brasileños no son sólo una triste casualidad. Dios está azotando una nación que no reconoció el tiempo de su visitación y despreció la gracia que se le ofrecía.
Nadie puede negar que hubo un derramamiento del Espíritu en Brasil. En las últimas décadas, vimos muchas manifestaciones de sus actuaciones, produciendo movimientos sobrenaturales y abriendo ampliamente las puertas para la predicación del evangelio. Aquí se levantaron muchos profetas y muchos otros vinieron de otros países para soplar el aliento de vida sobre nuestra nación. Pero que hicimos con todo ello?
El Brasil con sus cuarenta millones de evangélicos de hoy es más podrido y más corrupto que el de ayer, que tenía menos creyentes. Estamos viendo las entrañas de nuestra clase política y empresarial expuestas con su vergüenza por la justicia, pero eso no es más que una tenue muestra de lo que en realidad es la ética y la moral de nuestro pueblo. Eso es, de nuestro pueblo, porque la deshonestidad indecente no es una marca exclusiva de los políticos, sino de gran parte de nuestra población, incluyendo pobres y ricos, cultos e incultos, incrédulos y … ¡Evangélicos! Lamentablemente, profesar la fe en Jesús no significa más el compromiso de andar como Él anduvo.
Me gustaría contar otra cosa, pero mi percepción profética no me lo permite. Los años a venir no van a ser fáciles para nosotros. En general, las cosas van a peor. No me refiero sólo de la economía (para lo cual no hace falta ser profeta), sino de las tragedias que harán temblar las estructuras de nuestra nación. Acuérdense de lo que estoy diciendo. Pueblos de otras lenguas comerán de nuestro pan y reirán de nuestro luto. ¡Hablo en nombre del Señor!
La lectura de Jeremías 5 puede ayudarnos a ver el Brasil de hoy con los ojos de Dios. Recibí este texto de una joven durante un tiempo dedicado a la oración y comprendí perfectamente el mensaje de Dios. Su vara castigará sus lomos. ¿Hasta cuándo? Hasta que seamos quebrantados como nación.
Históricamente, cuando Dios envía juicio, encuentra un remanente que le busca y que aplaca su ira. ¡Hagamos parte de esos! Permanecer fieles no nos va a librar del todo de los dolores de la disciplina, pero nos dará la fuerza que necesitamos para resistir y la oportunidad para ser testimonio y voz profética en medio del caos.
¡Tenemos que arrepentirnos! El altar es profanado en esta nación y la ofrenda del Señor despreciada. Es verdad que millones y millones llenan los templos, pero es igualmente verdad que una gran parte de esos están sirviendo a Mamón, cultivando su vieja ganancia, buscando el brillo de la plata, con la diferencia que ahora «en nombre de Jesús». Y lo peor es que incluye una buena parte de la clase pastoral.
Tenemos que arrepentirnos de la hechicería, no sólo de la que se hace en los sitios de candomblé y en las encrucijadas, sino de la que se practica en los altares evangélicos. La superstición y sincretismo maligno llegan a ser absurdos, fomentados por una enorme legión de falsos maestros y falsos profetas que se multiplican como ratas. La venta de objetos y rituales con supuestos poderes milagrosos se mezcla comercio con cebo en la Casa de Dios. Hace poco asistí un video en el cual los pastores de una de las mayores denominaciones de Brasil bajaban a una mina de oro para buscar el “agua de la prosperidad”, para ser distribuida (o vendida) a los fieles que, ciertamente ávidos por la llamada de las riquezas mundanas, ni se preocuparán de juzgar el desvío teológico y de darse cuenta de la situación ridícula a la que son inducidos.
Un liderazgo “cristiano” que engaña a su pueblo con aguas de prosperidad, rosas sagradas y astillas de la cruz no es mejor que los hechiceros que hacen lo mismo en los sitios de candomblé. En realidad, es peor… ¿Y cuál es la diferencia entre un esotérico que confía en su “patuá” y un creyente que, en lugar de colocar su fe en Jesús, recibe un “amuleto gospel» de su pastor y lo cuelga en su casa, como fuente de protección? ¡Ninguna!
Tenemos que arrepentirnos de la idolatría, no sólo de la que se practica en las procesiones y templos consagrados a entidades muertas, supuestos “santos”, que tienen boca, pero no pueden hablar. Hay también idolatría a las personalidades humanas en las iglesias protestantes, como líderes y artistas elevados por el pueblo a la categoría de “semi-dioses”, superiores al bien y al mal, muchos con un testimonio tan sucio que no merecen siquiera la admiración en los antros de perdición del mundo.
¿Cómo dejaría Dios de visitar con juicio una nación que teniendo conocimiento del Evangelio, sigue exponiendo su inmoralidad a la vista de todos, en los carnavales y marchas gays actuales? Nuestros gobiernos erotizan a los niños en las escuelas públicas con materiales pornográficos y nuestras leyes dicen “bienvenido” al homosexualismo y toda forma de perversión sexual. ¿No estará ese mismo espíritu libre para a actuar también en las casas de las familias brasileñas y en muchos espacios de la mismísima iglesia? Pornografía, adulterio, pedofilia, prostitución y pederastia no manchan igualmente los altares? ¿Y qué decir de los pastores y personalidades “gospel” que viven ya en su segundo o tercero matrimonio, sin argumentos bíblicos que les apoyen para tal, o los que utilizan su hechizo travestido de «unción» para seducir a las ovejas a los mataderos de la inmoralidad?
No estoy hablando de una nación ignorante. El Evangelio fue presentado a Brasil. Muchos de los que ofenden la santidad de Dios están en la iglesia o pasaron por ella y decidieron volver a la pocilga del mundo. La gran mayoría por lo menos ya ha oído la Palabra o ha tenido la posibilidad de oírla y no quiso. Por lo tanto, no tenemos disculpas.
Si Jesús proclamó juicio sobre la ciudad donde vivía, diciendo: “Y tú, Cafarnaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy”, si lloró sobre Jerusalén, lamentando el hecho de que sus hijos serían entregados a la espada, por cuanto no conoció el tiempo de tu visitación (ver Lucas 19:41-44), ¿porqué seríamos librados, si desdeñamos la Verdad de ese modo, como nación?
Obviamente, en medio de todo eso hay un pueblo fiel, un remanente que teme al Señor y respeta su Palabra. Como en los días de Elías, mientras Israel era castigado con la sequía y el hambre, siete mil rodillas rehusaban doblarse delante de Baal, como en el cautiverio babilónico, Dios encontró a Daniel, Ananias, Mizael y Asarías, entre otros, que mantuvieron el honor del altar, hay muchos creyentes e iglesias que remando contracorriente permanecen en la Verdad. Esforcémonos para hacer parte de ese remanente, porque es de él que podremos brotar nuevamente a la misericordia.
Los próximos años no serán fáciles, usted está avisado. La vara de Dios sobre los lomos de Brasil ya ha empezado a arder e será pesada. No será un castigo cualquiera, pero será la disciplina de un Padre que desea tener esta nación de vuelta. Él es justo para hacerlo, no lo dude. Intente solamente ser un argumento para aplacar su ira, a permanecer como un testigo fiel en medio de la oscuridad, a llamar a las personas a Vivir el verdadero Evangelio y a interceder, como legítimo sacerdote, para que la justicia y la fe cristiana genuina puedan realmente volver a prosperar.
No me entienda mal, le pido. No soy un irresponsable, uniéndome a Satanás para acusar a la iglesia. Soy parte de ella. ¡Yo le amo! Siento vergüenza por sus pecados, porque son míos también. Quiero unirme al Espíritu y gemir por ella. Quiero ser un argumento para que la esperanza y a la fe verdadera, comprometida con la Palabra, no se apaguen de esta nación. Por lo contrario, que se multipliquen, hasta que podamos dar la vuelta a ese partido y ver al Señor retirando la vara de la punición.
¡Por favor, únase conmigo en esta busca! Los próximos años no van a ser fáciles para nosotros, pero hay un camino: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (II Crónicas 7:14). En el arrepentimiento y en la fidelidad está nuestra esperanza.

Pr. Márcio Valadão

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