Los padres tenemos la alta e inexcusable responsabilidad de enseñar a nuestros hijos!
Una misión que a veces resulta demasiado difícil, sobre todo cuando obramos con ligereza y con excesiva mano abierta.
En lugar de enseñar estamos siendo pródigos, con personas que no están preparadas para discernir la importancia de lo que reciben.
Ni el valor que tiene aquello que ponemos en sus manos!
Pensando en mi experiencia personal, recuerdo que cuando fui hijo, fui educado en la difícil visión de la adversidad.
Pero aprendí a valorar el esfuerzo de mis padres y también el mío, aprendiendo que nada es gratis y que hasta lo regalado, también tiene su precio.
Cuando fui padre enseñé que es bueno darlo todo, pero también que el costo de lo que daba era muy alto y exigía mucho de mi propia vida.
Hoy observo como muchos padres son demasiados pródigos, sin enseñar y sin demandar un mínimo de esfuerzo a sus hijos.
Creo que el resultado no será bueno, porque finalmente la vida con rigor pondrá a cada cual en su sitio y demandará todo aquello que no fuimos capaces de enseñar.
Deuteronomio 4:9
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia,
para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto,
ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida;
antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
Deuteronômio 4:9
Tão somente guarda-te a ti mesmo e guarda bem a tua alma,
que te não esqueças daquelas coisas que os teus olhos têm visto,
e se não apartem do teu coração todos os dias da tua vida,
e as farás saber a teus filhos e aos filhos de teus filhos.
Diego Acosta / Neide Ferreira