DEVOCIONAL
Siempre admiré la humildad de un siervo de Dios, que mientras todos disfrutábamos de la koinonia de una reunión en el templo, él estaba solucionando un problema que había surgido en uno de los baños.
Lo hizo con discreción y en silencio, sin comentar ni una palabra cuando terminó y se volvía a poner la corbata y la chaqueta que vestía ese domingo.
Cuando me enteré lo que había ocurrido me acerqué a él y lo primero que me dijo, es que no hablara ni una palabra con nadie acerca del problema y de como lo había solucionado.
Pensando en esto, me produce una profunda tristeza cuando observo a quienes se supone que sirven a Dios, que más que al Eterno sirven a su propia vana-gloria.
También es verdad que cada uno tendrá su recompensa, recordando que los humildes de la Tierra, serán exaltados en al Reino, que es la más grande a la que podamos aspirar los humanos.
1 Juan 2:16
Porque todo lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne, los deseos de los ojos,
y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo.
Diego Acosta / Neide Ferreira