DEVOCIONAL
Observando con detenimiento la vida de David, podríamos imaginarnos que fue un círculo en el que hubo grandes momentos y otros más que difíciles.
En ese círculo imaginario podemos ubicar los triunfos y las alegrías en la parte superior y las angustias y derrotas en la inferior. Esto respondería a la lógica más elemental.
Pero, en todo esto hay algo esencial, que tal vez se pierda de vista por plantearnos situaciones que destacan de manera notable la vida de quién fuera Rey de Israel.
Y lo esencial es que debemos advertir que en todo círculo hay un centro y en ese centro del rey, siempre, en cualquier circunstancia estuvo Jehová.
El Dios al que David clamó, agradeció y también preguntó, si lo había abandonado. Estas circunstancias tanto se parecen a nuestra propia vida, que deberíamos recordarlo continuamente.
No para quejarnos o alegrarnos de las distintas partes del círculo, sino para recordar que el centro de nuestra vida, siempre lo debe ocupar Dios.
Salmo 51:8
Hazme oír gozo y alegría,
y se recrearán los huesos que has abatido.
Diego Acosta / Neide Ferreira