EL PROCESO

DEVOCIONAL

En la casa donde vivo hay un hermoso jardín, poblado de árboles frutales. Entre ellos se encuentra un ciruelo, que con el tiempo de la primavera ha estallado en colores con sus delicadas flores.

Las primeras brisas las van haciendo caer, cumpliendo así el ciclo que llevará después al árbol a producir los brotes de donde surgirán los frutos deliciosos que ofrece año tras año.

Mirando todo esto, el Espíritu me recordó como es el crecimiento de los hombres y mujeres que aceptamos a Jesús. Podríamos decir que florecemos tras la muerte y el perdón de los pecados con el bautismo.

Luego seguirán las enseñanzas, que nos harán crecer hasta que finalmente comenzaremos a dar los Frutos que se nos demandan. Los maravillosos frutos de la Fe.

El Espíritu me enseña, en cualquier lugar y circunstancia. Para que comprenda el inmenso valor del perdón de los pecados y para que ayude a otros a recibir, lo que tengo por Gracia.

1 Corintios 3:7
Así que ni el que planta es algo,
ni el que riega,
sino Dios, que da el crecimiento.

1 Coríntios 3:7
 Pelo que nem o que planta é alguma coisa,
nem o que rega,
mas Deus, que dá o crescimento.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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