En la visión que recibió el profeta Ezequiel, la primera que se refleja en su Libro, se hace especial mención a una cuestión fundamental: La Gloria de Jehová.
Si nos detenemos en este momento tan impresionante de la visión, advertiremos que nada hay más trascendente para el Eterno, que su propia Gloria.
De allí que debemos comprender como ÉL no comparte ni su Poder, ni su Gloria, ni su Honra con nadie.
Por la sencilla razón que no existe nadie con la condición de Eterno y con la condición de haber sido el Creador del concepto de Tiempo.
Tengamos especial cuidado con la Majestad de Dios!
Nunca provoquemos que su mirada nos alcance, con otro sentido que el de su Misericordia y el de su Amor!
Ezequiel 1:27-28
ES – Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.
Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.
PT – E vi como a cor de âmbar, como o aspecto do fogo pelo interior dele, desde a semelhança dos seus lombos e daí para cima; e, desde a semelhança dos seus lombos e daí para baixo, vi como a semelhança de fogo e um resplendor ao redor dele.
Como o aspecto do arco que aparece na nuvem no dia da chuva, assim era o aspecto do resplendor em redor. Este era o aspecto da semelhança da glória do Senhor; e, vendo isso, caí sobre o meu rosto e ouvi a voz de quem falava.
Diego Acosta / Neide Ferreira