SÉPTIMO MILENIO: EN EL ÚLTIMO DÍA DE 2012

Generalmente los seres humanos dedicamos unos minutos, en el último día del año a tratar de hacer una especie de balance acerca de cómo ha sido este tiempo que terminamos.
El balance supone recordar las cosas buenas y aquellas otras que nos han causado disgustos, pesares, problemas. En otras palabras colocamos los datos en el debe y el haber del año.
De esta manera concluimos que 2012 ha sido un año bueno o un año malo. Si lo miramos desde una perspectiva genérica podremos decir que no ha sido un año de los mejores.
Y también podremos tener la certeza de que los habrá peores. Entonces para qué hacemos balance? Tal vez por el hábito o la costumbre de tratar de entender lo que nos ha sucedido como personas y en el país que vivimos.
Lo cierto es que como todo lo medimos desde la visión material o mundana, los resultados están siempre relacionados con nuestra economía, la familia o la salud. Y surge entonces el espíritu de crítica.
Sin embargo quienes nos llamamos hijos de Dios debemos hacer otro planteamiento con relación al año que estamos terminando. Se trata en definitiva de entender la visión desde el punto de vista espiritual..
Podremos entonces decir que este año ha sido complejo, pero que a pesar de todo hemos fortalecido nuestra relación con el Eterno. Si ha sido así, hemos tenido un gran año. Caso contrario, deberemos revisar nuestras actitudes y prioridades.
Pero nunca dejemos de tener en cuenta que las circunstancias materiales, nunca podrán incidir en nuestra relación con el Señor. Él está por encima de todo lo mundano y nosotros también deberíamos estarlo.

Diego Acosta García

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