SEPTIMO MILENIO: LA MISERICORDIA

Siempre resulta impactante ver la obra del Espíritu Santo en los momentos más inesperados y en las situaciones menos previsibles, por eso precisamente podemos saber que es su Obra.

Un día veníamos en transporte público al centro de la ciudad, cuando frente a nosotros se sentó un señor mayor con evidentes signos de estar preocupado.

En realidad su aspecto era muy llamativo pues tenía los ojos cerrados y su boca reflejaba el clásico gesto de la persona que está abatida o contrariada, el gesto que se revela con la comisura de los labios hacia abajo.

En el mismo momento que lo miramos, el Espíritu nos inquietó y comenzamos a clamar en silencio porque Dios obrara para traer consuelo a ese hombre que teníamos delante.

Oramos porque la Misericordia del Señor llegara hasta ese señor mayor que nos había conmovido con su actitud de profunda concentración y con ese gesto conmovedor.

Durante muchos minutos oramos levantando un clamor pidiendo Misericordia y consuelo sobre la vida de ese señor mayor, del que nunca conoceremos ni su nombre ni sus problemas.

Pero sí sabemos que el Dios de Amor obró poderosamente en la vida de ese anciano desconocido, pues en un determinado momento abrió sus ojos y esbozó una sonrisa. Dios había realizado otro milagro precioso!

Números 6:25
Diego Acosta García

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