EL QUE HABLA

EL ABUELO SALOMÓN

Genéricamente hay dos clases de personas: las que son calladas y las que hablan mucho. Unas y otras tienen argumentos para defender su forma de ser.

Sin embargo las que hablan mucho tienen más atractivo para quienes las rodean, porque son más sociables, divertidas y por qué no encantadoras.

La cuestión de hablar mucho está relacionada con el conocimiento que cada persona tiene con relación a loque hace público. Es decir: Hablamos con fundamentos o sin ellos.

De allí las advertencias para que seamos juiciosos con el uso de la palabra, porque bien puede ocurrir que sean precisamente nuestros dichos los que revelen nuestra verdadera naturaleza.

Hablamos por hablar, por no estar callados o porque somos tan sabios que podemos hablar sobre todos los temas sin temor a equivocarnos?

Tal vez esto nos haga recordar la frase de la sabiduría popular que resume el tema: Quién habla mucho, se equivoca mucho y el que habla poco, yerra poco.

Diego Acosta

Todos nos equivocamos

Por mucha sorpresa que provoquen
algunas manifestaciones públicas
de hombres prominentes del mundo evangélico,
debemos valorar la magnitud de su aporte al conocimiento del Evangelio
y no juzgar sus dichos.
Todo por la sencilla razón,
de que nadie está exento de equivocarse.

Diego Acosta – PODCAST