HUMILDE PARA RECIBIR

DEVOCIONAL

En mis primeros tiempos de creyente, recibí una lección inolvidable relacionada con la actitud de mí corazón cuando debía recibí una ayuda que me era muy importante.

Una amada y respetada maestra me dijo que había que ser humilde para recibir y de no estar al borde de la angustia al declarar que verdaderamente era incapaz de solventar un problema.

Fue un duro golpe a mi orgullo y vanidad, de poderlo todo y a partir de ese momento comenzó el largo proceso para comprender que nada somos sin la presencia de Dios en nuestra vida.

No basta con sentirse poderoso o tan fuerte como para ser capaz de enfrentar situaciones difíciles. Ese día comencé el aprendizaje de la humildad.

Y finalmente recibí la ayuda, con la mano abierta dando las gracias por la generosidad de quién ponía a mi alcance la tan necesitada solución.

Salmo 33:20
Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.
Diego Acosta / Neide Ferreira

MANSO Y HUMILDE

DEVOCIONAL

Hace casi dos mil años los hombres de su tiempo no comprendieron el alto significado de la mansedumbre y humildad de Jesús. Así como ocurre en nuestro tiempo.

Seguramente antes y ahora se valoró y valora mucho más la ostentación, que la prédica que establece normas que son muy difíciles de asumir para la vanidad humana.

Quién desea ser manso?

Quién se propone ser humilde?

Tristemente serán muy pocos los hombres que lo acepten, porque se los confundiría con debilidad, con la incapacidad para luchar y también de no ser triunfadores en el mundo consagrado al éxito.

El Mensaje de Jesús está vigente, pero muy pocos reconocen que su llamado al Mandamiento del Amor, ha cambiado el mundo más que ninguna doctrina o armada poderosa.

Ese es el Poder del Amor! El que busca Salvar y no derrotar al Prójimo.

Mateo 11:29
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

Diego Acosta / Neide Ferreira

LA OFENSA

 

DEVOCIONAL

Si algo tenemos los seres humanos, es una notable capacidad para reaccionar ante cualquier forma de ofensa, que nos afecte en relación con aquello que nos creemos que somos.

Me incluyo entre quienes tenemos esa capacidad que aflora ante la menor circunstancia que la provoque y también en la rapidez con la que soy capaz de imaginar una respuesta adecuada.

En esta forma de obrar, me estoy olvidando de varias cuestiones fundamentales. Hay alguien que como hombre haya sido más ofendido que Jesús?

Cuál fue su reacción? Ninguna.

Si ÉL siendo quién era no esgrimió ninguna defensa ante las ofensas injustificadas, por que yo sí me creo con el derecho de reaccionar airadamente?

Por qué no sigo el Ejemplo maravilloso de Jesús?
Sencillamente porque ÉL era manso y humilde, como nadie lo ha sido y lo será. Que bueno resultaría para mi vida, sí mínimamente tuviera esa actitud ante el ofensor y lo perdonara.

Habría guardado mi corazón y hubiera abortado la terrible semilla de la amargura y el rencor.

Marcos 11:25
Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Diego Acosta / Neide Ferreira