CONGREGACIÓN
DEL SÉPTIMO MILENIO
Más de 1.900 años después sabemos que Jesús es el Mesías prometido del Antiguo Testamento!
Sin ninguna clase dudas y en el tiempo que conmemoramos su Gloriosa Resurrección, aguardamos confiadamente su Segundo Advenimiento.
Pero es bueno recordar como fueron aquellos días que cambiaron para siempre la Historia de la Humanidad, para los habitantes de Jerusalén y más precisamente para el grupo de hombres que estuvo estrechamente ligado a Jesús.
Para los judíos su condena y ejecución significó según entendieron en esos días, el fin del problema que había planteado un humilde profeta venido de Nazaret.
Para los romanos fue también el final de un problema que habían creado a Poncio Pilatos, las diferencias entre los judíos habitantes de Jerusalén.
Creemos no equivocarnos al afirmar que también para los discípulos había llegado el final, porque a pesar de las tres advertencias del Hijo del Hombre, sobre su muerte y Resurrección no terminaron de comprenderlo y aceptarlo.
Más todavía: El hombre a quién Jesús llamó amigo, sería quién lo entregara miserablemente por 30 denarios, buscando él mismo su propio fin colgado con una soga.
Aquel viernes terrible, significó la huida de los hombres más cercanos a Jesús. Temían por su vida, como le sucedió a Pedro y los demás trataron de permanecer lejos para no ser recordados como los frustrados seguidores.
El viernes la Cruz de Jesús quedó vacía al ser depositado su cuerpo en la tumba y el domingo fue precisamente ese lugar el que quedó vacío.
Jesús había Resucitado!
Se cumplieron todas las profecías del Antiguo Testamento y en especial la que formuló Isaías y que conocemos como el Canto del Siervo, que leemos en el Capítulo 53:10-11 de su Libro.
Por ser especialmente significativo, recordamos con temor y temblor lo que Pablo nos dejó como legado para nuestra fe en 1 de Corintios 15:1-9
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;
2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
5 y que apareció a Cefas, y después a los doce.
6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.
7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;
8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.
9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.
Por eso, recordemos que el Bien triunfó sobre el mal, que la Vida triunfó sobre la muerte, para siempre. Por eso la tumba y la cruz están vacías!
Diego Acosta
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